"Entre la boca y los ojos empecé a inventarle la nariz. En esas estaba cuando Varsovia giró tres cuartos la cara (...) y noté que la nariz era ligeramente ganchuda. Pera ya estaba encarrilado en la tarea de otorgarle el nivel de canon a las proporciones de su cara y ese gancho que me hubiera parecido feo en otra mujer, aquí resultaba una pieza atractiva. El proceso de engancharse de alguien: fijarse en un punto específico del rostro o del cuerpo y a partir de ahí contarse las mentiras que hagan falta para redimensionar cada una de las partes que en general no suelen ser tan agraciadas. Una mujer con gracia por todas partes sería una auténtica desgracia, no tendría contrapuntos ni contrastes, sería un contunuum sin accidentes para agarrarse; no daría oportunidad a quien se enamorara de ella, de contarse esa serie de mentiras que acaban siendo el acto de creación que hace que el enamorado se vuelva loco por tal mujer, que es en realidad obra suya. Esto es lo que pensaba entonces, frente a ella, reconstruyéndola, un caso más de enamoramiento por ocio. (...)
Varsovia empezaba a encarnar, desde entonces, la más abismal de las bellezas: la que uno se empeña en ver."
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